Matemáticas
es la única asignatura que se estudia en todos los países del mundo y en todos
los niveles educativos. De hecho, supone un pilar básico de la enseñanza en
todos ellos. La causa fundamental de esta universal presencia hay que buscarla
en que las matemáticas constituyen un idioma poderoso, conciso y sin
ambigüedades, según lo informado por Cockroft en el año 1985. Este idioma se
pretende que sea aprendido por nuestros alumnos, hasta conseguir que “lo hablen
bien” por medio de la contemplación de cómo lo hacen otros (sus profesores)´y
por su aplicación a situaciones muy sencillas y ajenas a sus vivencias (los
ejercicios), pero hoy día buscamos ir más allá, que este nuevo idioma les sirva
a nuestros alumnos para desenvolverse con mayor facilidad en sus vidas
cotidianas y les motive a encontrar su vocación para la vida al servicio del
bienestar de la sociedad que les rodea.
En
consecuencia, la utilización de un idioma requiere de unos conocimientos
mínimos para poder desarrollarse. Pero, sobre todo, se necesitan situaciones
que inviten a comunicarse por medio de ese idioma, a esforzarse en lograrlo y,
desde luego, de unas técnicas adecuadas para hacerlo. En el caso del idioma
matemático, una de las técnicas fundamentales es la resolución de problemas.
Actualmente la resolución de
problemas se considera la parte más esencial de la educación matemática.
Mediante la resolución de problemas, los estudiantes experimentan la potencia y
utilidad de las Matemáticas en el mundo que les rodea.
Tomando
como base para este proyecto las palabras de Santaló en el año 1985 que señala
“enseñar matemáticas debe ser equivalente a enseñar a resolver problemas.
Estudiar matemáticas no debe ser otra cosa que pensar en la solución de
problemas”. Otro gran especialista en esta área como lo fue George Polya
decía:” Está bien justificado que todos los textos de matemáticas contengan
problemas. Los problemas pueden incluso considerarse como la parte más esencial
de la educación matemática “.
Entiéndase
bien que un “problema” sería una cuestión a la que no es posible contestar por
aplicación directa de ningún resultado conocido con anterioridad, para
resolverla es preciso poner en juego conocimientos diversos, matemáticos o no,
y buscar relaciones nuevas entre ellos. Por lo tanto, alguien que sabe resolver
problemas es quién cuestiona, encuentra, investiga y explora soluciones a los
problemas, quien demuestra la capacidad para persistir en busca de una
solución, quien comprende que puede haber varias maneras de encontrar una respuesta
y quien aplica las matemáticas con éxito a las situaciones de la vida
cotidiana.
Quien se
comunica matemáticamente utiliza el lenguaje matemático, los números, las
tablas, gráficos o símbolos para explicar cosas y explicar el razonamiento
utilizado para resolver un problema de cierta manera, en vez de únicamente dar
la respuesta. También significa escuchar cuidadosamente para entender las
diversas maneras en que otras personas razonan. Por lo tanto, quien resuelve
problemas tiene la capacidad de razonar matemáticamente, lo que significa que
puede pensar lógicamente, ser capaz de discernir las similitudes y diferencias
en objetos o problemas, poder elegir opciones sobre la base de estas
diferencias y razonar sobre las relaciones entre ellos.
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